Los españoles pintados por sí mismos by AA. VV

Los españoles pintados por sí mismos by AA. VV

autor:AA. VV. [AA. VV.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1851-01-01T00:00:00+00:00


Así se va pasando el tiempo y con él los años de nuestro Aprendiz. Cada dia que pasa crece su entusiasmo poético y su ambición. Cambia de aspecto, de traje, de costumbres, de carácter y aun de figura. Su aspecto antes natural, risueño y nada chocante, ahora es un tanto feroz, triste y original: su traje antes sencillo pero bien ordenado, ahora se compone de un jaique puesto á la negligé sin abotonar; de un pantalon ancho puesto con mucho descuido, sin tirantes y sujeto á su cintura por un voluminoso cordon de seda que remata en dos colosales borlas; la corbata con un nudo flojo y mal hecho, dejando tremolar sus puntas como la bandera del congreso de diputados; y últimamente, unas largas y descuidadas melenas que ondean también á manera del pabellon nacional. Sus costumbres antes diabólicas y amuchachadas, ahora son austeras. Su carácter antes dulce y alegre como el ruiseñor en la primavera, ahora es áspero, desabrido y melancólico. Siempre con los ojos clavados en tierra, moviéndolos alguna vez para dirigirlos al cielo. Siempre con el dedo índice sobre la frente: siempre marchando con desigualdad y desconcierto. Por último, he dicho que hasta su figura era diferente, porque antes era grueso, colorado y rollizo, y ahora es seco, pálido y lánguido como la flor marchita por el impúdico rocío de un perro atrevido é insolente. Todo es languidez y desgalichamiento (como dicen los gitanos). Su figura afectada para parecer interesante, suele sin embargo ser… muy tirana.

Ya se va acostumbrando mi Aprendiz á ver publicadas sus composiciones, porque como todo se imprime se imprimen también los versos de este interesante individuo. Si va por la calle contoneándose, pensativo y con los ojos bajos como ya hemos dicho, dándose toda la importancia susceptible de un poeta y si encuentra un amigo que le para para hablarle le responde con aire tónico.

—Chico, no puedo detenerme, pues hoy tengo que hacer mas que nunca. Adios.

—Pero escucha ¿tanta prisa tienes?

—Mucha.

—¿A qué hora estás en casa?

—Es muy difícil encontrarme en ella. Figúrate que la mayor parte de los dias tengo que corretear todo Madrid: á la oficina, á la redaccion del S… á casa de García Gutiérrez, á hacer una visita, ó bien á Hartcenbusch, ó bien á Gil y Zárate que me aprecia en extremo… y luego esta noche voy á ver qué tal es la comedia de mi amigo Asquerino.

—Hombre ¿sabes que ese Asquerino es muchacho que lo entiende? Tiene gran disposición.

—¡Cá! nada de eso… todo es superficial. Con que adios.

—Ya nos veremos por ahí.

—Si, ves á buscarme á la oficina.

Aquí se separan los dos amigos: el uno creyendo que nuestro Aprendiz sabe mas que Martínez de la Rosa, y el otro por su parte creyéndolo también asimismo.

El Aprendiz de literato suele aborrecer por lo común á sus colegas, los desprecia porque los cree pigmeos á su lado; así es que cuando lee alguna composicion ó ve alguna comedia de los demas dice como de Asquerino:

—¡Qué cosa tan mala!… ¡cuántos defectos!… y todo este talento es mera superficialidad.



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